La situación sanitaria que irrumpió a comienzos del 2020, ha traído, entre otros, incertidumbre, rutinas diarias alteradas, presiones económicas, y aislamiento social. Este escenario de pandemia generó sentimientos de aprensión y angustia en todo el mundo, afectando la salud mental.
Ansiedad, estrés, insomnio, problemas alimenticios y depresión son algunos de los efectos colaterales del complejo contexto que seguimos, en menor medida, transitando actualmente.
Más allá de los tratamientos que suelen ser eficaces, el entrenamiento físico, junto con una buena alimentación, funciona como un gran soporte para complementar posibles sesiones de terapia o recetas farmacológicas indicadas por profesionales de la salud y combatir ciertos trastornos.
Beneficios psicológicos del entrenamiento físico:
Favorece la liberación de endorfina (produce una sensación de bienestar).
Incrementa la producción de norepirefrina (reduce el estrés).
Los neurotransmisores liberados disminuyen los síntomas de la ansiedad.
Posibilita un mayor desempeño social.
Mejora la autoestima.
Previene el deterioro cognitivo e incrementa las facultades mentales.
Evita la adopción de un estilo de vida sedentario.
Facilita la conciliación del sueño.
Es prioritario mantener una rutina diaria saludable, una alimentación balanceada, ejercitar, estar en contacto con otras personas y no dudar en solicitar ayuda.